Por Carolina Tosi
Fuente: Revista Ñ, 7/8/2010
La divulgación científica es el sector más incipiente de la industria editorial infantil, y también el más osado.
El filósofo John Dewey afirmó que cualquier avance científico proviene de una nueva audacia de la imaginación. Pero no siempre solemos tener esa representación de la ciencia. Al contrario, la idea más difundida del trabajo científico se acerca más a los parámetros de la razón, la cautela y la seriedad. Tal vez debido a eso y por ser considerada aburrida o difícil, el público lego sienta cierta resistencia a leer sobre ciencia. Sin embargo, esto no es lo que ocurre respecto de la imagen de ciencia que circula en los libros de divulgación para niños. Si hay algo que define este material es justamente la interrelación de los rasgos mencionados por Dewey: la audacia y la imaginación. Por un lado, los libros de este sector del mercado se identifican por la audacia de plantear la ciencia desde la experiencia, el juego y la curiosidad. Y no escatiman en recursos: sus propuestas son osadas, de edición cuidada, con diseños innovadores, ilustraciones de los más diversos estilos y texto escrito por especialistas. Al respecto, sostiene Ana María Cabanellas, directora de UnaLuna: "Somos muy exigentes con la ilustración, pero no descuidamos el contenido y nos preocupamos mucho por las formas de expresión y el lenguaje". Por otro lado, la imaginación emerge en las formas novedosas de interrogar al mundo y de descubrir sus respuestas, que se relacionan con los modos de investigación científica y la posibilidad de construir una nueva visión de las cosas. En este sentido, Diego Bianki, director de Pequeño Editor, comenta: "Como se mira a la palabra científico con demasiado respeto, entrarle desde el humor y la experiencia hace que la propuesta sea tan desacartonada como para que el lector se involucre con un renovado interés".
El mercado de la divulgación científica para niños en el país data de no más de una década. Debido a que requiere de un equipo experto, son pocas las editoriales que se atreven. Entre las especializadas están Iamiqué, Pequeño Editor, UnaLuna y El gato de hojalata, y otras de público general como FCE, Siglo XXI, Eudeba y Planeta. Según Helena Calsamiglia, la divulgación de las ciencias se puede interpretar como el proceso por el cual se hace llegar el saber producido por expertos a un público no especializado. Este concepto plantea la alfabetización científica como una necesidad asociada a los procesos de democratización. Para la transmisión del saber científico al público infantil o juvenil existen dos vías. Una es la que se da en el ámbito de la enseñanza, y los libros de texto son los materiales que se utilizan para ese fin. La otra es la divulgación científica, que circula en notas de diarios, revistas o libros. Las diferencias que se establecen entre estas dos vías son bastante claras. En el caso de los libros de texto, la transmisión del saber se produce en un ámbito institucional con bastantes condicionantes: la imposición de los temas por parte del currículum oficial, el espacio acotado para el tratamiento de los conceptos y la instancia evaluativa.
Por el contrario, los libros de divulgación no poseen ninguna de esas restricciones: sus editores disponen de libertad para seleccionar los temas y las formas de abordarlos, y sus destinatarios los eligen sin obligación. Lola Rubio, de FCE y Ríos de Tinta, define al lector: "Cuando pensamos en un lector, imaginamos un chico inquieto. Partimos de la idea de que los chicos están atravesados por intereses e inquietudes que exceden los que los adultos les adjudicamos".
Son diversas las estrategias que se despliegan para presentar los temas y captar el interés de los lectores. Por ejemplo, apelan a la realización de experiencias o a la narración, como sucede en la colección Minicientíficos de UnaLuna, en El pequeño Albert, de S. Barreiro, un hermoso relato sobre el Premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer. Tampoco faltan las propuestas que recurren al arte, como Con la cabeza en las nubes de Bianki, un libro original que presenta una primera parte con fotos de nubes intervenidas y otra con explicación científica.
Sin dudas, uno de los logros de estos libros es que ponen a la ciencia cada vez más cerca de los chicos. "Nos leen chicos urbanos y chicos de escuelas rurales, chicos que compran los libros en la librería y chicos que los retiran de la biblioteca popular del pueblo", comenta Carla Baredes, una de las directoras de Iamiqué. A través de estos emprendimientos, la utopía de la alfabetización científica parece concretarse. En estos casos, como en muchos otros, la utopía viene en frasco chico.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/08/08/_-02207016.htm
Otras notas relacionadas con libros infantiles:
Novela histórica para chicos: más cerca de la verdad por M. Averbach, en: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/08/08/_-02207015.htm
Una biblioteca sentimental por C. Esses, en: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/08/08/_-02207013.htm
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HOla Carolina, como estas?
ResponderEliminarEspero que bien.
Aunque no nos conocemos queria agradecrte y contarte cuan grande fue mi sorpresa al ver citado mi libro El Pequeño Albert, en tu nota.
Son esas cosas que uno ni se imagina, y aparecen por ahi como regalos.
Realmente es una alegria GIGANTE ver que mas alla del CUENTO en si, el libro pueda servir como disprador para concoer al verdadero Albert Schweitzer.
Te agrdezco desde lo mas profundo del corazon, estas cosas hacen sentir que al trabajo de uno, luego de dejar el tablero, hay alguien que lo ve, en algun lugar.
Te mando un gran saludo y de nuevo GRACIAS!!! MIL GRACIAS