Una noticia, publicada alguna vez en el diario La voz del interior, que anunciaba que la fábrica de damajuanas de Villa Quilino –una localidad del norte de Córdoba– había sido recuperada por los empleados y volvía a funcionar, constituyó el punto de partida para la escritura de esta novela de Lilia Lardone. La historia de la fábrica de cristal y de su pueblo, Pico Chato, se plantea como muchas otras… sin saber exactamente cuál fue su verdadero inicio: “Nadie recuerda qué apareció primero, si el pueblo o la fábrica de cristal”. De esta manera, la fuerte relación de interdependencia entre fuente de trabajo y pueblo –que remite a la realidad de muchísimas ciudades monoproductivas de nuestro país– se encuentra delineada desde las primeras líneas, e instaura así una ligazón casi simbiótica entre ambos, pues un destino depende del otro: si la fábrica produce y crece, el pueblo progresa; si la fábrica entra en crisis, el pueblo tambalea; si la fábrica cierra, un nuevo pueblo agoniza…. Y quizás por eso necesariamente la fábrica es de cristal –como metáfora del pueblo, de sus habitantes, de su presente–, ya que representa un estado de cosas tan frágil que en cualquier momento puede quebrarse y hacerse añicos, pero es tan valioso que resulta imprescindible resguardarlo y protegerlo.
Los hechos empiezan a relatarse cuando Gemma, una joven de unos veinte años, llega a Pico Chato luego de la muerte de su padre y logra convertirse en la primera mujer que trabaja en la fábrica. Allí conoce a Simón, el mejor soplador de esferas, y Renato, quien lo sigue en su arte. Entre los tres se tejerá un contrapunto de intrigas, romances, celos y traiciones.
A pesar de que la fábrica de cristal es famosa por la calidad, el diseño y el valor artesanal de cada una de sus piezas, especialmente las esferas, enfrenta una crisis económica muy seria debido a las bajas en las ventas que traen como consecuencia el atraso del pago de los salarios y la amenaza de la pérdida de los puestos de trabajo. Pero, sin dudas, la crisis más grave que atraviesa es la ética, cimentada en la ambición y falta de escrúpulos de su nuevo director, que recibe un pedido de piezas rojosangre, cuyo proceso de producción pone en peligro la vida de los trabajadores.
Ubicada dentro de un sello destinado a adolescentes, La fábrica de cristal propone un contenido social profundo. En contraposición de una imagen de trabajo degradado y de magras condiciones, la novela plantea el valor del trabajo manual, artístico y comunitario, que es capaz de construir esperanzas y una alternativa de cambio.
Si bien en algunos casos la narrativa dedicada a adolescentes se ancla en historias ensordecedoras y fragmentarias, limitadas a problemáticas etarias, hay otros textos, como La fábrica de cristal que, por el contrario, se abren a diferentes temáticas sociales y comprometidas, sin dejar de contar historias con cadencia y poesía.
Lilia Lardone es licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, ha ejercido la docencia, especializándose en Literatura Infantil y Juvenil. Entre sus libros, se hallan Caballero Negro, Premio Norma-Fundalectura 1999, y Papiros, seleccionado para The White Ravens 2003.
Los hechos empiezan a relatarse cuando Gemma, una joven de unos veinte años, llega a Pico Chato luego de la muerte de su padre y logra convertirse en la primera mujer que trabaja en la fábrica. Allí conoce a Simón, el mejor soplador de esferas, y Renato, quien lo sigue en su arte. Entre los tres se tejerá un contrapunto de intrigas, romances, celos y traiciones.
A pesar de que la fábrica de cristal es famosa por la calidad, el diseño y el valor artesanal de cada una de sus piezas, especialmente las esferas, enfrenta una crisis económica muy seria debido a las bajas en las ventas que traen como consecuencia el atraso del pago de los salarios y la amenaza de la pérdida de los puestos de trabajo. Pero, sin dudas, la crisis más grave que atraviesa es la ética, cimentada en la ambición y falta de escrúpulos de su nuevo director, que recibe un pedido de piezas rojosangre, cuyo proceso de producción pone en peligro la vida de los trabajadores.
Ubicada dentro de un sello destinado a adolescentes, La fábrica de cristal propone un contenido social profundo. En contraposición de una imagen de trabajo degradado y de magras condiciones, la novela plantea el valor del trabajo manual, artístico y comunitario, que es capaz de construir esperanzas y una alternativa de cambio.
Si bien en algunos casos la narrativa dedicada a adolescentes se ancla en historias ensordecedoras y fragmentarias, limitadas a problemáticas etarias, hay otros textos, como La fábrica de cristal que, por el contrario, se abren a diferentes temáticas sociales y comprometidas, sin dejar de contar historias con cadencia y poesía.
Lilia Lardone es licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, ha ejercido la docencia, especializándose en Literatura Infantil y Juvenil. Entre sus libros, se hallan Caballero Negro, Premio Norma-Fundalectura 1999, y Papiros, seleccionado para The White Ravens 2003.
Hermosa reseña. No lei "La fábrica de cristal"
ResponderEliminarpero estoy interesada en leerla. Muchas gracias comprare el libro =)